Cerré aquel libro de Isaac Asimov, ciertamente uno de mis favoritos, Yo
Robot siempre tendría un lugar privilegiado en mi estantería.
Había vuelto de la vieja casa de mi abuelo y guiado por un extraño impulso
me había dirigido hasta la estantería donde reposaban cada una de las joyas
encuadernadas que engrosaban el catalogo cultural de mi estudio. Con el dedo
indice extendido fui repasando uno a uno, balda por balda cada uno de los
volumenes, rezando entre susurros cada uno de sus titulos como si de pasajes
prohibidos se tratase.
Con un extraño latigazo mi dedo se quedo fijo frente a uno de los volumenes
más gastados, un pequeño libro que guardaba uno de los relatos más influyentes
en la literatura del siglo XX. La llamada de Cthulhu:
" No hay en el mundo fortuna mayor, creo, que la incapacidad de
la mente humana para relacionar entre sí todo lo que hay en ella. Vivimos en
una isla de plácida ignorancia, rodeados por los negros mares de lo infinito, y
no es nuestro destino emprender largos viajes. Las ciencias, que siguen sus
caminos propios, no han causado mucho daño hasta ahora; pero algún día la unión
de esos disociados conocimientos nos abrirá a la realidad, y a la endeble
posición que en ella ocupamos, perspectivas tan terribles que enloqueceremos
ante la revelación, o huiremos de esa funesta luz, refugiándonos en la
seguridad y la paz de una nueva edad de las tinieblas. Algunos teósofos han
sospechado la majestuosa grandeza del ciclo cósmico del que nuestro mundo y
nuestra raza no son más que fugaces incidentes. Han señalado extrañas
supervivencias en términos que nos helarían la sangre si no estuviesen
disfrazados por un blando optimismo. Pero no son ellos los que me han dado la
fugaz visón de esos dones prohibidos, que me estremecen cuando pienso en ellos,
y me enloquecen cuando sueño con ellos. Esa visión, como toda temible visión de
la verdad, surgió de una unión casual de elementos diversos; en este caso, el
artículo de un viejo períodico y las notas de un profesor ya fallecido. Espero
que ningún otro logre llevar a cabo esta unión; yo, por cierto, si vivo, no
añadiré voluntariamente un sólo eslabón a tan espantosa cadena. Creo, por otra
parte, que el profesor había decidido, también, no revelar lo que sabía, y que
si no hubiese muerto repentinamente, hubiera destruido sus notas."
Respire pausadamente e imaginando oir aquellas repulsivas flautas que en
ciertos pasajes lovercraftianos hacian presencia recorde aquel apunte del arabe
loco Abdul Al Harez de su prohibido libro, "El Necronomicon":
"Que no está muerto lo que yace eternamente, y con los eones extraños incluso la muerte puede morir"
Esta semana:
-Novedades discográficas.
-Conexión con Tuno Gomes.
-Conexión con Eniac277.
-Presentación de Nacho Romero.
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miércoles, 2 de octubre de 2013
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